De Lola Arias
El estallido de la experiencia histórica
Por Flavio Harriague
El estallido de la experiencia histórica
Por Flavio Harriague
“La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado solo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea” W. Benjamin
“El anómalo esta siempre en la frontera, en él limite de una banda o de una multiplicidad; forma parte de ella, pero ya esta haciendo pasar a otra multiplicidad, la hace devenir, traza una línea-entre” G. Deleuze
El espectáculo de Lola Arias es por lo pronto como reclamaba Roberto Arlt un verdadero cross en la mandíbula. Eso y solo eso, ya es mucho decir para un espectáculo teatral. Pero también es un trabajo que expande un conjunto de disparadores para reflexionar; no solo desde el teatro sino también desde distintas disciplinas estéticas. Estamos por lo menos para quien escribe, ante un gran acontecimiento artístico.
Lola Arias y todos los que formaron parte de este espectáculo se enfrentaron al desafío de dar cuenta del cruce entre relatos personales (Individuales) y relatos históricos (Colectivos). Y este cruce generó un estallido. Estallido de percepciones del pasado, de recuerdos, de documentos, de objetos, de miradas, de tiempos.
El espectáculo esta estructurado por las historias de los padres, cuando eran jóvenes, de los seis actores que participan en la obra, estas historias aparecen en las ropas, en grabaciones, en fotos, en cartas…
La propuesta de Lola Arias como otras en el pasado, que trabajan con documentos históricos (y los testimonios lo son) pone en crisis el estatuto del arte y los limites entre la ficción y la “realidad” (tenemos el caso magistral en nuestra literatura de “Operación Masacre”), y esa presencia “real” desestabiliza los paradigmas de la representación teatral. En todo caso, lo que se reclama es salir airoso de tal desafío, y cuando decimos airoso, queremos decir, producir un hecho artístico que perdure en el tiempo. Éste espectáculo lo logra. Los materiales tecnológicos utilizados, como las pantallas, amplifican de manera eficaz lo que los objetos demandaban, por ejemplo las fotos y filmaciones familiares.
Las sillas de distintas épocas no nos hablan del pasado, nos sitúan en él, las ropas de los padres puestas en los actores, crean una ambigüedad dolorosa (no tenemos acaso la sensación de una vuelta al presente de aquellos que ya no están. Los muertos vuelven a reclamar un lugar en este relato). Lo paradójico, es que muchas historias trágicas son contadas por los actores como si no fueran las de sus propios padres. Hay un distanciamiento o “extrañamiento” en la forma del relato, pero esta forma le otorga una dramaticidad, que de otra manera seguramente no se hubiese obtenido ¿Por que? Muy probablemente porque no se hubiese asumido con el desparpajo con que se asumió, hacer añicos la mirada histórica. No hay desde lo formal un relato lineal, y en esa ruptura del tiempo y la mirada fragmentada, es en donde podemos ser “justos” con la historia, tanto la personal como la colectiva, es “…la imagen histórica que relumbra fugazmente” dice Benjamin.
Hay entonces cierta “profanación” en la manera en que se aborda lo testimonial y los acontecimientos de la historia argentina, porque la obra fluye de manera lúdica, transitando de un estado a otro, con la fugacidad y rapidez de un niño. Escuchamos la grabación del padre de uno de los actores cuando éste era un niño sabiendo que esa voz ya no tiene cuerpo, es una victima más de una historia sangrienta. O la carta de un padre encontrada en la muñeca de una de las actrices dirigida a su madre antes de su detención y de allí nos vamos a una feroz ejecución de un solo de batería o a la presentación de una tortuga de 60 años con poderes de adivina. Hay en la fotografía, dice Barthes, algo terrible es “El retorno de lo muerto” y algo de ese orden nos atraviesa en el espectáculo; pero lo logra no por que lo enuncie, sino por los procedimientos utilizados, por la eficacia con la que lo hace, por la generosidad con la que lo despliega. Barthes en el mismo ensayo sobre la fotografía nos dice “¿No es acaso la Historia ese tiempo en que no habíamos nacido?... La historia es histórica: solo se constituye si se la mira, y para mirarla es necesario estar excluido de ella”
Hay que resaltar la extraordinaria utilización del espacio (un hallazgo las entradas y salidas por la puerta de arriba) conjuntamente con la iluminación de Gonzalo Córdova.
Quizás debimos esperar años par ver un espectáculo que nos de pistas para abordar nuestro pasado cercano, no de manera lineal o ilustrativa; quizás no podía ser de otra manera.
De jueves a Domingo a las 21:00 en el Teatro Sarmiento. Avda. Sarmiento 2175
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