“Cinco historias, un micrófono y... un delirio importante (...) El Show de los MonoLocos”, es un desopilante espectáculo de humor en estilo Stand Up. Un presentador y cinco monologuistas, ex integrantes del espectáculo de humor EL VARIETE DEL FARABUTE, abordan temas que a todos identifican, con su particular mirada cómica, logrando que el público pase una hora y media a pura risa. Cada noche se presentan nuevos monólogos e invitados sorpresa”
Lugares comunes, Clichés, esterotipos, silencios bien jugados, momentos locos, corporalidad controlada, entre otros elementos, son lo que hacen de “Monolocos” un muy buen espectáculo para estar sentado más de una hora con la risa en el corazón.
Los monólogos de los comediantes: Luciano Labate y Odón M. López sobresalen de manera brillante e hilarante; porque aprovechan a sus personajes, ya que otorgan un carácter bien construido y desde ese lugar juegan, monologuean, crean con el constante encuentro con el público.
Los monologuistas Diego Lombardi y Germán García, junto al presentador Diego Lema analizan la realidad desde la óptica del desesperado, desde “ni modo”, como si no hubiera otra solución, ya está perdida la situación, claro que lo hacen con mucha energía e ingenio.
“Monolocos” un espectáculo con muy buen material, de muy buenos intérpretes que están los viernes a las 00:30 en el Espacio Colette, Paseo La Plaza. Reservas: 155-636-5120 ó hola@losmonolocos.com.ar; www.losmonolocos.com.ar
“ (...) cuenta las experiencias de nuestra heroína Lucy, una ayudante de mago. Desde la más tierna infancia y como si las edades se sucedieran al igual que las estaciones de tren, nuestro personaje confiesa todas las habilidades que supo desarrollar a lo largo de su vida para ocultar un vicio incontrolable, que se convirtió en su cábala antes de salir a escena. Sigue siendo hoy su secreto más íntimo…”
Según la autora Patricia Camponovo menciona al respecto de su obra: “Lucy es un personaje inventado y su historia de vida también pero tiene ciertas conductas con las que me identifico. Me llama la atención cómo la masturbación femenina sigue siendo un tema delicado, casi tabú, incluso en círculos de amistades femeninas… como si causara vergüenza o simplemente no pudiera hablarse de ello con naturalidad. Esta obra está dedicada a todas aquellas mujeres que de diferentes formas tienen que ocultar diariamente su verdadera esencia y fingir lo que no son, sólo por una cuestión sociocultural o de prejuicios.”
“Lucy toca fondo... de tanto tocarse...” sigue con la concepción de la autora, que para mucho es algo muy normal y corriente, pero la sociedad lo clasifica como una enfermedad. Pero; en cuanto se refiere a la puesta en escena, al texto espectacular y la propuesta en sí misma como obra, puedo mencionar que realmente hay textos, situaciones mucho más explotables, que fueron cohibidos, fueron fingidos, hasta fueron rozado con suave ligeresa.
“Lucy toca fondo... de tanto tocarse...” busca explotar situaciones de clisé, donde no hay un nuevo aporte, salvo desde la valentía de encontrarse con el público desde el monólogo. “Lucy toca fondo... de tanto tocarse...” es una obra donde “el aquí y el ahora” por la propuesta desde el humor, tiene que ser de mucha sensibilidad, sin miedo, ni cohibiciones; pero me parece que la autora e intérprete se metió en su propia trampa. Repito, es un texto muy bueno y explotable pero la interpretación es muy insegura, muy homogénea, no hay matices, no hay un juego en serio; toda la interpretación está dibujada de manera superflua y sin compromiso.
“Lucy toca fondo... de tanto tocarse...” está todos los juevesa las 22:00 en el teatro “El Picolino”, Fitz Roy 2056, teléfono 4779-0353
Una propuesta estética que me daba la sensación de estar viendo una película independiente cuya locación es un sótano, con las características de un antro y sin embargo nos encontramos en el consultorio de un dentista.
Un juego de luces muy interesante, utilizando elementos en escena para crear la iluminación principal. Estéticamente muy bien jugada.
A nivel dramatúrgico es una historia muy digerible, una estructura igualmente sencilla y fundada, coherentemente, en principios de inicio, nudo y desenlace. Una dramaturgia que va creando una espiral de situaciones que poco a poco uno sabe, como espectador, que sólo pueden ser resueltas desde lo fatal. Un hecho realmente fatal debe suceder para salir de esta espiral de violencia contenida y de perturbación.
Por otro lado, la puesta en escena es igualmente efectiva. Los actores manejan códigos de actuación casi cinematográficos y por lo mismo a momentos no logré entender lo que decían en su totalidad, puesto que el susurro, el silencio y el misterio priman en toda la puesta. Uno de los aspectos que más rescato fue la capacidad de Natalia López, de lograr transmitirme dolor físico, esa sensación de estremecimiento y de que algo en tu columna se retuerce cuando ves a alguien sometido a una tortura que sabes es dolorosa, la actriz lo logra con el gesto y la actuación. Otro punto a rescatar fue la capacidad de fluidez entre el sueño y la realidad, sin grandes efectos, sino apoyándose en el texto y en la corporeidad de los actores.
En resumen, una buena propuesta, con canto de ópera, dentistas demacrados y esposos violentos. En el Camarín de las Musas a las 23:15, los días viernes.
Me dolía la muela, decidí ir al dentista, pero luego pensé que para estar sentado con la boca abierta, escuchando a otros hablar sobre sus vidas, mientras todavía me duele la muela, escupo y soy víctima de ruidos estridentes…mejor me voy al teatro.
Y me fui a La Prótesis.
Un consultorio evidentemente sucio, con instrumental incompleto, insuficiente e infectado, un doctor que duerme ahí mismo y tampoco tiene mucha higiene personal. Hasta ese momento, nada nuevo para el país de donde yo vengo (repito que el tercer mundo puede ser sorprendente). Es necesario extirpar una muela. No la mía, al cielo gracias.
Ya que estamos en esto de representar la realidad, ¡representemos la extirpación! Nunca me sentí tan en el dentista, sin estar ahí. Nada de lo que sucedió (exceptuando la ópera y quizás ni eso) no me hubiese sucedido en mi propio doctor. Exceso de anestesia, dolor, una infame luz que te rompe las retinas, el doctor hablando mientras uno tiene la boca abierta, falta de escupidero. En ese sentido la obra me tocó íntimamente, me sentí de nuevo en casa.
En la propuesta los actores quisieron mantener el secretismo y lo lograron, muchos diálogos de la obra todavía son un secreto para mí. Y me hicieron esforzar hasta los premolares tratando de entenderlos y luego la chica esa, con su carita de ángel me transmite esa sensación de “algo me va a doler”, “algo me va a doler” (no sé si el puñetazo que el marido le va a meter o la ineficiencia del dentista obsesionado con su madre). Y si…efectivamente me dolió algo. El final de la obra. Me dolió el haberlo predicho.
De todas formas siento que me sacaron la muela, ya no necesito ir al dentista.
De aquí a 26 años tenemos un dilema. La gente tiende a ser muy caprichosa y extravagante respecto a temas muy convencionales.
De aquí a 26 años las señoras amas de casa, tienden a someter a sus maridos (con la mirada y la humillación de la vergüenza) y poner caras de “me vale un pito la vida” durante toda la obra.
De aquí a 26 años la gente discute, habla, y se enfrenta, con una indiferencia parecida a la que, a veces, los monos transmiten cuando miran humanos en el zoológico.
De aquí a 26 años Boys dont cry.
De aquí a 26 años tenemos patiecitos interiores y departamentos de 3 a 4 ambientes que uno encuentra mediante inmobiliarias (o mediante dueño directo, dependiendo de los antecedentes penales de cada quien).
De aquí a 26 años un hijo nuevo, es una bendición como una nueva maldición para la familia.
Entonces, considerando lo anterior, de aquí a 26 no pasa nada nuevo, la gente sigue yendo al teatro por razones desconocidas (posiblemente relacionadas con el alcohol, la necesidad de apareamiento o la depresión del “peor sería matarse”), las familias siguen siendo esos círculos del infierno de Dante (el primer anillo son los primos) y la gente todavía necesita que alguien retroceda 26 años, venga al 2009 y le diga a Elisa Carricajo que es necesario revisar un poco su texto y su puesta en escena, para que de aquí a 26 años, pueda hacer triunfalmente otra obra que se llame, probablemente: 2061.
Una propuesta escénica que comenzó con un buen pie en el nivel dramatúrgico y en las actuaciones. Dos mujeres hablan de algo que es un conflicto latente, es como un secreto que no debemos saber tan pronto. Esto me parece bueno, te engancha. El riesgo con este tipo de propuestas es que te quedan dos opciones: o nunca develas el verdadero problema y permites al espectador que complete los símbolos por sí mismo o develas el problema, pero el mismo, debe corresponder y estar a la altura de la atmósfera creada.
En el caso de 2035, me pareció que las cosas estaban a medias tintas. En algún momento, sentí que la escena se vaciaba de todo, pese a tener a todos los actores en escena. Faltó que pase algo, que no se quede el trabajo en “buena propuesta”. Tal vez tuvo algo que ver con la energía de los actores que en la función donde yo fui, estaban muy cómodos en la escena (rescato a Federico Buso que me pareció el más pilas).
Toda la propuesta escénica gira en torno a ciertos aspectos que no varían en su fondo, pero si en su forma. Es decir, en el año 2035 es posible tener a un travesti embarazado(uno decide completar como se logró este hecho), pero todavía el drama familiar es el mismo. En el año 2035 todavía tenemos un escenario convencional de casa, pero el piso es como un césped y las sillas tienen aspectos extraños. En el año 2035 no ha cambiado la forma de manejar el cuerpo, ni la voz, ni las situaciones de cada día.
Ana es el personaje mejor trabajado, desde el gesto, el cuerpo y la situación. Y el final me pareció hermoso, pero me parecería más hermoso todavía si algo pasara, para llevarme a ese buen final.
Y la propuesta es definitivamente un detonante que todavía necesita crecer y explotar.
Invación de mujeres, invación de personajes reales, invación de situaciones cínicas y de humor negro, momentos muy bien logrados desde los absrudo, elementos y herramientas inversosímiles en el contexto de la realidad, análisis de hechos socio-políticos desde el pedido de empanadas, futbolistas, Sábato etc, etc son algunos de los ingredientes que hacen a “Acassuso” una obra realmente muy hermosa, jodida y a la vez poética.
Algo que es digno de admirar de esta propuesta es que es una de las pocas obras, de la escena porteña que hay en este momento, que tienen más de diez actores y cada uno de ellos realmente construyen personajes muy valiosos, creíbles, admirable, etc y que desde las acciones se resuelvan las peripecias o conflictos de una manera orgánica, creando climas y atmósferas.
Nuevamente me encuentro con una propuesta “neo naturalista” o “realismo porteño” donde las actuaciones, la escenografía, el vestuario y otros códigos están dentro de ese marco; pero al menos no son traicionados, salvo por los efectos técnicos de sonido, es una propuesta que viene de la poesía escénica de la puesta por la escasez de elementos para hacerlos reales, pero funcionan, como por ejemplos, el disparo.
“Acassuso” es una obra muy divertida, donde uno puede encontrar y re-encontrarse con momentos, situaciones y personajes que realmente conocemos, hablamos o justamente están al lado nuestro. Cada uno de ellos, evitando la caricatura, encierra una urgencia en un ámbito que realmente desde que tengo uso de conciencia siempre está con urgencias y necesidades, que es la educación... y los educadores.
“Acassuso” de Rafael Spregelburd está para divertirse y pasar un muy buen momento los dias sábados a las 20:00 y los domingos a las 19:30 en el Teatro Andamio 90, Paraná 660; teléfono 4373-5670.
“La prótesis” comenta la historia de una necesidad odontológica; la génesis de la urgencia es el amor y el odio, esas dos caras de la misma moneda, de una pareja muy especial.
“La prótesis” es una propuesta muy realista, hasta podía decir que tiene ciertos códigos de actución que se utiliza para televisión, porque hay palabras que a los dos actores no se le entienden, o comienzan las primeras palabras con un tono muy alto y luego no se escucha el final de la oración.
Más allá de esta pequeñés básica, “La prótesis” es una muy buena propuesta de escena de Martín Kahan; aunque en lo personal, como siempre, la drmaturgia está resuelta desde una obligatoriedad poco organica al mundo creado.
La puesta en escena, como el manejo de actores es muy bueno, sobre todo el trabajo de conseguir a una actriz que tenga –o hayan conseguido con mucho sudor y sacrificio- un ángel, duende, cosa o como se quiera denominar. Las relaciones entre los personajes, las situaciones está muy bien logradas, y realmente llegan al público. La voz y la actuación de Natalia López está muy bien construida; tanto el odontólogo y el novio de la cantante se destacan mucho por las actitudes corporales, por las miradas, por el vínculo construido desde el lado personal de los personajes.
Un muy buena propuesta, con un toque oscurantista, está para ver los viernes a las 23:15, en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, teléfono: 4862-0655.
“Transcurre un día cualquiera del año 2035. Magalí llegó hace una horas a Buenos Aires. Le hubiera gustado descansar un poco, pero se la pasó todo el tiempo discutiendo con Ana. Ahora las dos están hartas y Máximo da vueltas a las manzana con tal de no estar ahí. Ella, en cambio, hace tiempo en una confitería y tiene ilusiones”
Elisa Carricajo nos muestra una obra que sucede en un futuro algo cercano. “2035” es una puesta en escena convencional, con códigos de actuación que provienen del movimiento Naturalista, y a la manera de un teatro porteño; y, tiene rasgos de dramaturgia de principio, nudo y desenlace, resuelto por cuatro personajes en situaciones cotidianas y comunes que uno puede encontrar en el orden del día. ¿No cambian los problemas de relación en el futuro?
Desde un principio la dramaturgia de la obra tiene problemas de profundidad, ya que nos deja picando para conocer mucho más el mundo de “2035”, de la obra en si misma; pareciese que el mismo creador decide cohibir a su creación, y está en un momento muy superfluo; es decir, no hay nada especial a nivel de la dramaturgia y el mundo de ella, para que se haya instaurado en un espacio y tiempo no tan convencional.
Todavía la puesta en escena está naciendo, tal vez le falta un poco más de tiempo y de ajustes, ya que las relaciones, los vínculos de los actores y personajes están bien trabajados; exceptuando por ciertos detalles y errores que parten desde la misma propuesta del código “Si yo fuera...”; un ejemplo, la persona que está embarazada, realmente se puede mover y levantar con mucha más agilidad; los silencios sólo eran estados que los actores debían llegar sin transitarlas, es decir que no sucedia el encuentro con los silencioa incómodos, sino que los producían porque había que hacerlo.
“Dos mil treinta y cinco” de Elisa Carricajo está los jueves a las 21:00 en “Abasto Social Club”, Humahuaca 3649, teléfono 4862-7205
Como es de costumbre, los reencuentros son muy interesantes, ya que hay nuevas propuestas y un nuevo re-conocimiento. “124” es una obra que está dirigida por cuatro personas, escrita por más de 16 manos y organizada en el caos desde el orden musical.
“124” vuelve a ser gestionado y defendido por Cecilia Blanco, Javier Drolas, Agustín Repetto y Fernando Tur; “124” es un trabajo donde uno puede leer que es una propuesta algo extraña para un espacio tan convencional y de un solo frente; o que contiene elementos cinematográficos, o surge de algunos códigos del movimiento Expresionista, que pueden estar inmiscuido inconscientemente, o simplemente es el resultado de un “boludeo creativo” de ensayos y trabajos partiendo desde simples ejercicios teatrales.
Como siempre una escenografía y un vestuario que está a la altura y va junto a la concepción del espectáculo. La música es muy creativa y es producida desde el juego escénico, contagia y atribuye elementos que vincula mucho más a los intérpretes con la acción dramática. Lo divertido es ir a verla y no dar más vueltas. Podemos encontrar mayores lecturas de la sociedad, las relaciones de pareja, relación paciente y terapeuta, etc., etc.
“124” está para divertirse los miércoles a las 22:00 en el “Portón de Sanchez”, Sanchez de Bustamante 1034, teléfono 4863-2848.
124 El cuerpo, la expresión, la dramaturgia insatisfecha
Kevin Quitapenas
Es una creación realmente fantástica. Lenguajes viejos que renacen, que se vuelven a enlazar con diferentes códigos expresivos, que se van por cauces inesperados y por lugares insólitos, insólitos de imagen, insólitos de sentido, insólitos de sensaciones. 124 es una propuesta colectiva de un valor teatral que me parece uno de los más rescatables en el arte moderno de hoy.
No se trata de buscar una abstracción o una especie de ilusionismo, porque si. En 124 el ilusionismo y lo abstracto le sirven a un fin mayor, a un mundo al que te llevan los intérpretes y creadores y donde uno se cuestiona, putea, vive, siente, ríe.
Los juegos escénicos a los que se entregan los actores están muy bien elaborados, se nota el trabajo y el ensayo. Las expresiones hablan mucho mejor que diálogos concatenados, en este caso la expresión y el cuerpo son parte de la dramaturgia y eso hace el trabajo todavía más interesante.
Rescato el trabajo de iluminación, vestuario y música en la propuesta, cada uno manejado al servicio del todo. Complementarios, complejos y muy bien elaborados.
Un 10 a 124.
Lo puedes disfrutar los miércoles a las 22:00 en el Portón de Sanchez, en Sanchez de Bustamante 1034.
Era una noche inocente, había quedado en ir al teatro a ver una obra que tenía de título un número. Me confundo inicialmente, es 124 o 12 y 4 o 12.4. El tema es que parecen ser los primeros tres tiempos para marcar un comienzo en la música
1
2
4!
Y hay un baile, ¡cómo se mueven los condenados! Parecen poseídos por el mismísimo acorde. Y ella se mueve como ninguno, es una diva del movimiento. Van de un lado, al otro. Parecen reptiles ¿o parecen monos? ¿O son una mezcla mutante de ambos? Son el eslabón perdido, tienen caras de idiotas, de extravagantes ciudadanos, caras mutantes, caras de caras. Hacen ruidos extraños, ¿hablan el lenguaje de E.T? ¿Están poseídos por algún demonio milenario? (la luz roja parece indicar que en algo el diablo interviene). ¿Estoy viendo en vivo una posesión? Ahora son dos en uno, los pies de uno son el cuerpo del otro y viceversa, definitivamente una criatura kafkiana, no, parece un ser mitológico de un Tolkien atravesado, es un bestiario con cara de hereje. Ilusiones, ¡maldita sea! ¿En qué momento me engañaron? ¿Cuándo se fue? Son Mandrake, son los que hacen el WOW del subte, son unos prestidigitadoresde sus propios cuerpos, esconden sus manos, sus caderas, sus brazos, sus piernas. Ahora la ves… ¡ahora no lo ves!.Los comienzo a maldecir, ya no me causa gracia su coreografía, concuerdo con ella ¡Paren esa mierda de blues de negros o lo que sea! ¡Paren y háganme el favor de explicarme qué maleficio es esta obra? Son unas calaveras ocultas en pieles, son el disfraz de algún bicho extraviado. Son tremendos, son de fábula. Eso son. Eso no son. O ¿usted qué opina?.
Vayan a verlos, a ver si me sacan la duda y el quilombo de la cabeza.
A ver si me dejan en paz sus imágenes por las noches que atormentan mis sueños infantiles.
Lo que me pareció inicialmente rescatable fue el hecho de que para hacer una crítica de esta obra, es necesario hacer tres. Porque cada una de las historias cuenta con su propio lenguaje escénico, su propia energía y sin embargo, no deja de ser la obra en sí, una unidad completa.
Esta unidad está caracterizada por el ritmo, la música y la dramaturgia de Héctor Levy Daniel.
“La inquietud de la señora Goebbels” es una aproximación solemne a un romance entre la mujer más fanática del tercer Reich y un israelita. En una atmósfera fantasmal, el diálogo transcurre con mucha parsimonia. Es un texto que se rige sobre convenciones históricas que algunos conocen y otros no. La música ayuda mucho a crear la atmósfera, y las actuaciones son convincentes, el armado del escenario y vestuario es acorde a la época. Por lo que se transforma en un paseo, como desde un tren, por la historia. Es, sin embargo de un ritmo muy lento y el final se torna predecible desde un momento en las recurrencias de los personajes, que lo delatan.
“La convicción de Irma Grese” fue la puesta y texto que más me impactaron y me hicieron sentir el escalofrío de las capacidades inhumanas que tenían los nazis en su conjunto, hombres y mujeres (estas últimas más olvidadas también como asesinas y cómplices). Me convencieron las tres actuaciones, especialmente Julieta Alfonso quien con un dominio sobre su cuerpo logra llevarnos hasta la psique de una mujer como Irma Grese.
Y por último “El dilema de Geli Raubal” pudo haber sido la mejor obra, puesto que la dramaturgia en este relato, es mucho más sólida. Pero cargó con el peso de las dos anteriores, especialmente la primera, ya que como espectador uno se encuentra cansado emocionalmente para una historia de esta naturaleza al final. El último relato merece un mejor espacio en la propuesta y posiblemente un corte en las recurrencias que terminan haciéndose muy pesadas.
En general, la segunda guerra mundial y todo el tema de los nazis siempre me ha apasionado, por lo que disfruté la obra en su conjunto, me parece una fiel expresión que nos muestra los horrores que no deben repetirse jamás.
Claro, escondidito se lo tenían. Todos andaban dándole palo todavía a Goebbels, Himmler, Hitler, Goring y otros tantos amigos de la sangre, el terror, el dolor humano(y probablemente la lasaña italiana). Pero nos habíamos olvidado de estas señoras, señoritas, damas, chicas, concubinas de los nazis.
Y el señor Hector Levy Daniel llega con el libreto bajo el brazo, seguramente gritando “ ¡Ey! Yo las vi, estas fueron las perras del tercer Reich” y ZAS! Salió la obra de teatro que vi ayer. Una obra partida en tres (como un pastelito).
El primer pedazo de ese pastel sabe amargo, cual tren de la muerte predecible. Un trozo de la mujer del jefe de propaganda nazi. Ella impasible, seria, solemne, parecía una maestra de colegio correccional de alto presupuesto. El, triste, cansado, abrumado por los fantasmas. Un dúo comparable únicamente al Gordo y el Flaco (cuando no estaban ante las cámaras). Me dio la sensación de estar de vuelta en la escuela leyendo un libro gordo de historia y encontrar un anexo de un periódico sensacionalista que dice “ ¡Atención! Marta Goebbles en amorío con un judío”. Verdad o no verdad, la puesta del primer pedazo de la obra, no me hizo creer que fuera cierto.
El segundo pedazo me sabe más dulce, es un poco de Irma Gresse. Nada como un buen ejecutor, frío, calculador y despiadado para reanimar a cualquiera. Nada como una jovenzuela alemana con ínfulas de grandeza y una extraña manía de moverse como bailarina. Esto mezclado con un poco de tristeza, hacen un pedazo más digerible.
Y luego, un aperitivo antes del pedazo final. Un poco de refresco, unos bocadillos (muy estilo nacional socialista burgués) y de vuelta para ver a la sobrinita de Hitler y sus dilemas con el tío pervertido. Porque si nos tenemos que referir a un personaje en la historia que tenía serios asuntos no resueltos, en el tema de su sexualidad, es Don Adolf. El problema de este pedazo final fue el de una señora que iba detrás del piano y trajo te, café, sopa, segundo, postre, refresco en sobre, pistolas, jarras, cacerolas, otro piano, a Adolf Hitler, manzanas, papayas, sandías, todas negras o mezcladas con Coca Cola, a la larga se hacía un poco tedioso. Estoy seguro que un afinador del piano, o quienes lo hayan creado, se deben sentir dolidos y traicionados ante tamaña destrucción del pobre instrumento que es una nueva víctima del Tercer Reich (eso de pararse, sentarse, pisarlo, como si fuera el banco de un happening, es muy propio de los nazis). Pobre niña, en serio dilema con el tío loco, si no le hubiese tocado un pedazo tan largo de obra, podría haber salido realmente airosa.
Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer, dicen por ahí. Con estas minas, mejor tener cuidado con la frase, que andaban para adelante, para el costado y para todo lado con los malos de la película.
La obra de Romina Mazzadi Arro, está muy bien ambientada, en un marco de color y actuaciones que corresponden a su propuesta dramatúrgica. Me pareció encontrar un nuevo modo de encarar el grotesco, en la forma como se trabajó con los personajes. Pero un grotesco contrastado; por un lado tenemos las actuaciones de personas disfuncionales en su gesto y su corporeidad, como: Ricardo Arias, Elisabet Cunsolo, en una poderosa actuación y Paula García Jurado. Y por el otro lado un personaje mucho más dramático que justamente resalta el grotesco de los tres anteriores: Mirna Pecoraro en el papel de Clara.
Es el contraste entonces, el que marca una obra que se define desde el título. Lo insoportable de la familia, lo insoportable de las situaciones humanas, lo insoportable de ser, de existir, lo insoportable de los detalles que nos obligamos a enfrentar todos los días. Todo en un marco de situaciones que generan atmósferas de tedio, horror y espanto ante lo que puede significar el peso de la familia.
Se me hizo un poco larga, quizás el ritmo de esa noche no era el mejor. Tal vez tiene un final algo extendido y parecería que la directora se hubiese enamorado de algunos aspectos de su puesta y de sus personajes, que es necesario cortar, con la crueldad que a veces necesitamos para crear algo todavía mejor.
Pero es una gran obra del interior y la recomiendo a todo nivel.
Me da la sensación de que los autores y autoras de textos dramáticos modernos, no han logrado superar el trauma que les ocasiona TENER UNA MADRE. Es cierto, la mía es terrible, pese a mi edad, trata de controlar mis acciones ¿te has lavado los dientes? ¿Te has duchado? “ ¡luego no vaya a ser que tu esposa diga que tu madre era una vieja malcriadora!”. Es verdad, todos tenemos nuestros propios “Mami Issues”, y en el teatro sacamos al demonio de madre que todos llevamos dentro.
Así, los críticos, no estamos exentos de estos desvaríos. Por lo tanto, esta crítica a la obra, va de parte de mi madre:
“El decorado me pareció fatal, bueno, no fatal, pero si era una cosa entre que quería ser moderna o post moderna o post- post moderna, que se yo, un asco. Las actuaciones groseras, ¿cómo va a poner esa cara de pelotudo el padre? ¿Qué clase de padre tiene ese gesto tan grotesco, vil, de bruto que se queda durante 10 minutos viendo apagarse un cigarro? ¡Viendo apagarse un cigarro! Pero hay que estar loco para lograr esa quietud, hay que tener serios problemas mentales, hay que estar demente al borde del suicidio. ¿Y la madre? ¿Esa pobre y sufrida mujer? Que comprende tan bien el fondo de lo que significa vivir entre estos malditos engendros que llamamos hijos, y que son criaturas que una los mira y se pregunta ¿vos saliste de mi vientre cosa horrenda? ¿Vos estabas vivo dentro de mí? De haber sabido que serías una niña disfuncional con cara de mayor, me habría golpeado el estómago hasta vomitarte. Y esa niña, que si una no hubiera visto lo que ha visto, no me habría dejado dormir 7 días, como que no me dejó dormir 5. Siempre tosiendo, que parecía que tenía tuberculosis de verdad, ¿no me habrá contagiado? ¡Señor! Que insoportable momento. Y mejor ni hablar de la otra hija, esa drogadicta, asesina en potencia, con cara de hermanita amable, echa a la más sufridita de todas. A mí me parece sospechoso que esa chica tenga unos ojos tan expresivos, me parece altamente intrigante que no se mueva ni grite como los demás, ¿estará enferma? ¿Estará más enferma que la nena con inicios de tuberculosis de dudosa edad y dudosas intenciones?, toda la obra se me hace sospechosa, toda la obra se me antoja maquinada por una mente maligna, capaz de retratar y mofarse de nuestros dramas cotidianos, de nuestro llanto eterno de madres”.