Esta obra, la vi dos veces, la primera no fue en Argentina, no recuerdo si fue en Chile o en Bolivia, cuyo nombre del espectáculo fue simplemente “Anecdotario”. Ya que fue uno de los pocos hechos tetrales muy humildes en cuanto propuestas y producción, que me dejaron un hermoso recuerdo, una extrañable anécdota.
Lo que me impresionó mucho fue la misma propuesta y la energía de esa función. Eran dos actores: Betiana Cueva y Enrique Escóbar -director y autor bajo seudónimo de la pieza-, quienes jugaban, realmente jugaban como si nada les importará; como si fueran dos niños en su propio mundo; donde el teatro es juego, hecho que muchos nos olvidamos. La propuesta era simple, proponía rupturas de la cuarta pared, la intervención de un narrador que era realizado por los dos actores y que cada uno presentaba más de dos personajes, sin cambio de vesturaio ni salidas de escena. Todo con palabras simples, común y corriente, pero con una fuerza increible.
Fue, como dije antes, una experiencia maravillosa, donde realmente la propuesta de “Anécdota” de los personajes eran simplemento eso, un recuerdo donde no tenían ni un principio ni un final. Era la anécdota de la construcción y destrucción de dos personas que entablan una relación, algo simple y complejo a la vez; la paradoja del ser humano.
Obviamente esas anécdotas fueron vistas como algo sucedido, acontecido en un pasado indeterminado, pero son vividos en el aquí y el ahora del teatro. Donde los espacios eran construidos por los actores. Un muy buen trabajo, que tiene una propuesta muy extraña, tal vez inentendible con la razón o la lógica, pero sí fue un hecho hermoso de hacer teatro para espectar.
Donde las palabras, el juego, los performances, todo fue una unidad y era algo vivo, respiraba.
Lástima que “el juego” no haya surgido en la presentación de Argentina. O al menos en la función que asití. Tal vez es un trabajo que dependa mucho de la disposición de los actores que tienen para jugar. Entonces, ¿para qué jugar en algo que no siempre estén dispuesto a hacerlo?
A mitad de función, en uno de esos viajes a mi imaginación, después de buscar y bucear la relación de todos los elementos utilizado (desde el vestuario a la música) me di cuenta que esta obra ya la había visto y noté mucho la diferencia. El título, muy lindo pero rebuscado. Además de que estaban todas las palabras (o la mayoría que me acordaba), estaba la música; el vestuario y la escenografía eran las mismas; pero el texto, el contexto, las situaciones no eran entendibles, ni muy lindas de ver, muy lejos de disfrutar como la anterior vez, las situaciones no eran claras, ni como los personajes, no se distinguían entre ellos. No había una unidad, y se notaba eso. Tal vez necesitan pensar y repensar la propuesta que está muy bien hecha, así, que Enrique Escobar no se rinda. Siga jugando.
Espero volver a ver una propuesta suya o la misma obra pero con la suerte de que los actores jueguen.