Quienquiera que hubiera dormido en esta cama.
Colaboración: Kalvin Ese. Escoria.
Vemos a dos personas que caminan hacia un jardín artificial, miran los muebles, pasean de shopping (cualquier tarde en el Once ves más o menos lo mismo), encuentran una cama, la miran, la contemplan, que linda cama, cuando la intentan probar de una forma sexual (como si saltar sobre ella no fuera otra forma de probar una cama) el dueño de la misma aparece, pero no hace nada, solo bebe, es un borrachín (cualquier tarde en cualquier esquina de San Telmo, ves a uno parecido). Y de ahí hablan y hablan acerca de la vida, la nostalgia, las historias, los por qué (los invito a una velada en mi familia y tienen 10 obras como esta en 5 horas).
Y ZAS! Se acabó. Finito. Eso es. Adiós. Todavía falta algo…tiene que haber segunda parte, “Quienquiera que hubiera dormido en esta cama II, la venganza”, algo así. Tal vez con nuevas aventuras para los personajes como:
Una tarde de domingo haciendo la siesta Ir al COTO y los conflictos con las largas colas Un paseo por los parques, tomando helado y zampando un pancho. O el personaje podría ponerse a navegar por internet. O la muchacha ir a inscribirse a un curso de gastronomía y vemos las primeras 23 clases. No sé, algo, algo que suceda. ¡Algo por favor! Que se te cuelgue la máquina, que se te caiga la salchicha (del pancho), que el cajero no tenga cambio, pero ¡ALGO! ¡Esto no puede acabar así!