6 jul 2010

LUCIANO CÁCERES


ACTOR, DIRECTOR, PAPÁ, GENTE DE TEATRO


“ES LO MÁS LINDO DEL MUNDO SER PAPÁ; ESTOY COMO FACINADO”

L.C: En realidad vivo gracias a que soy actor. Porque me puedo diversificar, entonces puedo hacer televisión, cine, teatro; hasta he hecho alguna publicidad. Hay que sobrevivir.


N.S: ¿Lo dices como si fuera algo prohibido?

L.C: Son todas cosas distintas, pero gracias a eso me permite, ¿qué se yo? Dedicar más tiempo para hacer lo de Elvis –se refiere a su última propuesta escénica Creo en Elvis-; que ahí no vimos un peso, es más, pusimos plata todos. Tuvimos que cortar la escenografía, pintar las paredes, armar el círuclo, armar la estructura. Hacer todo eso. Todo eso tuvimos que hacerlo nosotros. Y eso vengo haciéndo desde... desde los once años.


N.S: ¿Empezaste a los once años?
L.C: Sí. A los nueve a estudiar, a los once a trabajar en obras independientes. Es más, mi papá falleció hace tres meses, pero mi papá cuando yo nací tenía un teatro y vivía en el teatro... entonces, mi primer año de vida vivía ahí, en la sala, dormía arriba del escenario, era mi casa un teatro, un teatro independiente... -nos atendió el mozo. Mi viejo dormía ahí con el colchón arriba del escenario y ahí empezó a estar con mi mamá. De arriba de un escenario me concibieron. Era muy difícil zafarla.


N.S: Por lo menos hasta los nueve años zafaste...

L.C: Porque mi papá no quería. “No, más adelante, más adelante”. Así que más adelante, a los nueve empecé a estudiar y a los once a hacer una obra que se llamaba “Heredarás el viento”. Que era un pibe de pueblo, pero era empezar a tener esta disciplina y constancia de ir los fines de semana al teatro a hacer función; calentar, tener mi ropita para actuar, todo eso. Era facinante. Iba solo aparte, desde los seis años que vivo solo. Era toda una aventura... lo sigue siendo, por esto sigo en esto.

N.S: De esa aventura, ¿ahora al pisar la tabla, teniendo mucha más experiencia te sucede lo mismo?

L.C: No, a mí me pone siempre muy nervioso, tanto actuar como dirigir en el momento de la función. Recuerdo, siempre, siempre estuve nervioso, nunca estuve calmo; una vez que empieza y ya estoy en el escenario lo disfruto, como actor; como director no disfruto nunca, me genera una impotencia terrible, por más que lo estén haciendo bárbaro y todo, siempre hay algo que falta, quedó algo encendido, quedó algo apagado, siempre hay algún problema... Recuerdo que cuando era chiquito que “Heredarás el viento” se hacía en un teatro que era Galpón del Sur, que era un Galpón que ya no existe más, bueno hace veinte años que no existe, ahora es un estacionamiento, en Umberto Primo y Entre Ríos. Era un lugar increíble. Era invierno, hacía mucho frío; la obra transcurría más en verano... no, no era que transcurría en verano, sino que los chicos tenían que tener pantalones cortos, porque todavía no eran mayores. Yo me acuerdo, la espaldita flaca, tenía un frío terrible; que se me confundía el temblor con el frío y los nervios. Igual esa adrenalina pura... prefiero estar ahí y muchas veces no estar acá como estoy con vos hablando o en la calle; en el escenario la paso bien, la paso muy bien, es el mejor lugar.


N.S: Cuando estás ahí, sobre el escenario, ¿cómo es ese encuentro con el público? Algunos dicen que es mágico, más allá de los aplausos...

L.C: No, no, no. Es mágico. Primero no podés creer que esa gente sean cinco o sean quinientos se hayan puesto de acuerdo para ir a verte a vos o ir a ver lo que estás haciendo... partiendo de ahí, es increíble que eso suceda. Incluso empieza el diálogo directo, no formal por ahí; pero necesita esa devolución, por más que el público esté silencioso por lo menos siga estando, hay alguien que está escuchando, que está viendo; entonces uno tiene que saber que con el público está dialogando; no ser algo hermético, que me relaciono con vos desde el escenario que no me importa nada, no quiere decir estés trabajando para el afuera, pero sí generar complicidad, como uno genera con el compañero, con la técnica, con todo lo que sucede en el escenario también tiene que incorporar. Es increíble, con gente que no conocés, y no saber de donde son; me ha pasado en festivales internacionales y cosas así, que uno pueda por esas dos horas ponerse al servicio de uno.


N.S: ¿Puedes describirte ahora? ¿Cómo te definirías? Con respecto al trabajo.

L.C: Con respecto al trabajo, soy actor director; ya hace un tiempo que lo vengo diciendo. Hasta hace poco, decía que era un actor que además dirigía. Hasta hace un poquito más, decía que estaba empezando a hacer actor. Ahora me considero un actor y un director y más abarcativo. Por ahí antes me quedaba sólo soy un actor y director de teatro. Te puede gustar o no la forma que tengo de trabajar, pero trabajo y le pongo todo a lo que haga, en la tele, esté en el cine o en el teatro. Si yo estoy en un proyecto yo necesito estar con la camiseta puesta si no me cuesta mucho; me ha pasado algunas veces estar a media y eso no le sirvo al productor, ni al equipo de trabajo, ni a mí. En la vida, estoy en un momento muy particular. Acabo de ser papá, tengo una nena de siete meses. Entonces estoy muy, muy enamorado de eso. Es lo más lindo del mundo ser papá; estoy como facinado. Trabajo mucho por suerte y el otro tiempo me gusta estar con ella, en casa; no me gustaba antes estar en mi casa. Dedicarme a esta familia es un buen plan. Antes podía salir a las siete de la mañana, ahora lo hago por trabajo, pero no volvía a hacer el descanso ahí, me pasaba tres horas en un café. Ahora estoy contento de llegar a casa, la verdad está bueno... Estoy contento de lo que armamos. Como es actriz también, muy buena... Armamos un buen equipo... es Gloria Carrá. Un gran actriz, muy reconocida acá. Con Javier Daulte hicimos juntos “La Felicidad” y “Bésame mucho”. En “La Felicidad” ya nos enamoramos.. Antes ella hizo “¿Estás Ahí?”... (...)

N.S: Ahora algún libro... una película...

L.C: Ahora por ejemplo me está agarrando, te voy a decir lo que tengo fresco, porque falleció mi papá, el nacimiento y la revolución de todo lo que está sucediendo (...). Estoy leyendo “El Poder del Ahora” es un libro de Eckhart Tolle; ¿no sé si lo conocés?


N.S: No.

L.C: Es un best-seller, es internacional... Bueno, es un tipo muy iluminado. Habla de vivir el presente por sobre toda la cosa. No estar con la carga del pasado, ni estar pensando todo el tiempo en el futuro. Estoy acá con vos, estoy hablando de mí vos me estás escuchando, vos viste algo mío, me estás conociendo. Saber que tengo cosas que hacer después, pero no estar con la cabeza... Si hay dolor vivirlo. Si hay felicidad también. En comunidad con todo. No es tán místico, sino es más práctico. Y contundente. Me hizo pensar en otras cosas, el tema de la muerte, hablar de otros planos... estoy como interesado en eso... Aparte de leer, yo soy un tipo que me interesan muchas cosas... Me interesan las construcciones de un puente, me fascina eso, como lo arman, como lo destraban... hasta un programa histórico, como se arma un aparatito, cosas muy práctica, como se resuelven matemáticamente... Me encanta saber cosas distintas.Me interesan muchas cosas. Curiosidad.

N.S: Tanto en la muerte como la vida... si quieres no lo menciono en la entrevista...

L.C: No hay problema.


N.S: ¿Puedes tener una visión distinta, en cuanto al trabajo, de un antes...?

L.C: Me agarró trabajando todas las situaciones. Después de horario de trabajo a la noche falleció mi papá, haciendo los trámites uno seguía. Cuando falleció mi mamá, por ejemplo, ya nos venía preparando, porque mi mamá sabía que iba a suceder. Yo estaba haciendo una obra, se llamaba “Las Razones del Bosque” en el teatro Payró de Patricia Zangaro, dirigido por Diego Kogan. Yo era un médico que acompañaba la muerte a Chejov; era como la vida de Chejov. Y empezaba la obra diciendo: “Un médico no sirve para nada, sólo retrasa un instante la muerte” Y yo esa obra la hice, durante mi mamá estaba enferma, estando un mes entrando en terapia intensiva, entrando en coma, saliendo de coma... El día que murió, en Chacarita, o sea del cementerio voy a hacer función. El mismo día de Chacarita, me baño voy a hacer función. Me decían “Suspendé”. “No, no la voy a hacerla igual”. Y el primer texto de la obra que yo tenía era: “Un médico no sirve para nada, sólo retrasa un instante la muerte”... Ahí me di cuenta que esa obra no la tenía que hacer más. El siguiente texto que yo tenía era: “Y yo, sin poder hacer nada”... No podía, no podía... Fue la vez que tuve que abandonar un trabajo. Lo sostuve durante toda la enfermedad de mi mamá. Pero llegó un momento que no estaba preparado para eso. Lo tenía muy fresco... A qué iba con esto... Uno no está como preparado para dejar de ser uno; eso es lo que nos pasa, uno está con sus quilombos, sus problemas. Yo soy padre... Yo soy esto... es todo lo que uno sufre. Me quedé sin mamá... Me quedé sin papá... No, mi mamá se fue... Vivir el presente... ahora tengo una hija hermosa... Vivir este presente, como mi yo se va articulando, dejando de ser... ¿como se dice? ¿Físico? No


N.S: ¿Tangible?

L.C: Claro... son cosas que tengo que tener, que tocar. Un poco con el arte pasa eso, cuando uno hace obras que trascienden. No es el caso de “Elvis”, pero por ejemplo, la obra que hicimos “4.48 Psicosis”. Hablar de la muerte, de la vida con esa claridad y nitidez que tenía Sarah Kane, te conecta con otras cosas, con un nivel de percepción tenés que abordar ese trabajo que no es como citar a cualquier trabajo; ahí uno tiene que poner sus miedos, sus cosas, su conocimiento... Y eso nos paso con Leonor Manso. Nosotros no nos conocíamos, nos conociamos de vista. Ella vió mis trabajos. Me llamó a mí para que yo la dirija. Para mí ya era un premio de Leonor, una mujer, una actriz de tamaño y todo lo que significa su trayectoria y como persona... que ella quiera trabajar un trabajo conmigo fue increíble. Ahorq que además que aceptará hacerlo de manera honda y no formal. Porque no es un texto para hacerlo de una manera formal. Nosotros hubiésemos podido hacer una obra que hable sobre la autocompasión, es todo lo contrario, no hay autocompasión, hay acpetación, de que Sarah no dice que la muerte es mejor, sólo dice que ya no puede vivir más, no dice que la muerte no le da miedo, pero este lugar de acá, sabe que no lo soporta más... Estar abiertos y a compartir. Uno cuando se junta con gente a hacer arte, teatro, hacer cine, hay muchas cabezas, hay muchos sentimientos en juego, hay mucha consciencia, muchas cosas en juego, hay mucha conciencia consolidada... entonces hay que estar atentos, permeable.

N.S: Aprate de Leonor Manso como actriz, qué otros trabajos... qué otros directores te atraen sus propuestas...
L:C: A mí básicamente Javier Daulte me interesa mucho.

N.S: ¿Cómo director y autor?
L.C: Sí, muchísimo. Trabajé muy bien con él como director, porque es un gran director y obviamente me interesa mucho sus obras. Helena Tritek es una directora increible, porque Helena es una artista como elevada, trabaja como si pintara a cuadro, desde la emoción, ella te va llevando como si diera pincelada. Ellos fueron como mis dos maestros en el trabajo. Después tengo mis maestros de formación, a quienes estoy muy agradecido. Pero ellos me agarraron, eran mis maestros y amigos de la vida, de conocer, son gentes que estoy en contacto.

N.S: Cuando quieres empezar un proyecto, cuáles son los primeros impulsos, pulsiones, acercamientos que tienes?

L.C: Es raro, es muy raro. Porque yo haría muchísima más cosas de las que estoy haciendo. Hubo un momento que hacía cinco obras al año. Me interesa tantas cosas que es raro. Al principio sólo me interesaba cosas que no tenía ni idea. Y hay cosas que no quedaban en la nada. Cualquier cosa es potencial de espectáculo para mí. Siempre, digo hay textos más elevados que te toquen como el de Sarah Kane, o poder abordar un clásico. En el caso de “Elvis” el motor fue un grupo de actores que compartí con ellos una película francesa, que querían laburar conmigo; y, a mí me quedó eso en el aire. Y un amigo, que escribe una obra que vive en España, Mariano Rochman, escribe una obra sobre Elvis. A él nunca le habían montado ningún espectáculo, ninguna obra, es como la primera vez que un director le monta una obra. Me interesa este material, además es justo el material que estoy necesitando con este grupo de actor que tienen ganas de trabajar conmigo. Porque muchas veces me pasa “Y, ¿qué hacemos?, ¿y qué hacemos?” Bueno, con Leonor Manso todavía estamos buscando una segunda obra; no es cualuqier obra para cualquier persona; no, esto es para vos o esto no es para vos.


N.S: La obra te escoge...

L.C: Sí, yo creo que sí. Eso nos pasó con “Psicosis”. Y con esto también, se armó así. Después la disfrutas. Por ahí voy a hablar de otra cosa de la pregunta, pero es muy difícil hacer teatro en este momento y de manera independiente. Igual le seguimos haciendo, igual le ponemos la garra. Nosotros, “Creo en Elvis” empezábamos a las 11:30 de la noche hasta las tres de la mañana; ese era el horario de ensayo.

N.S: ¿Cuántas veces a la semana?

L.C: Cuatro veces, al final.
Muy difícil. Bueno porque todos trabajando. Todos los actores son actores que trabajan de actores gracias a Dios. Además hacerlo por amor al proyecto. Porque ninguno de nosotros gana dinero, porque no hay un subsidio que te lo permita; es más todos pusimos plata para poder hacer la escenografía y demás. Después, hablando de subsidio porque es como algo lastimoso; los subsidios acá siemrpe son agradecidos y está buenísimo, pero para “Elvis” nos otorgaron un subsidio de ocho mil pesos, que todavía no se cobra, no sé, va a tardar un año para cobrarse. Pero es como tienden todavía los subsidios a establecer un vínculo con el acotr y el tipo de teatro independiente, el teatro “off” como si no fuese un trabajo profesional. En donde uno establece periodos, ponele cinco meses de ensayo. De hacer escenografía, vestuario. Ocho mil pesos para repartir con el grupo de trabajo, escenografía, vestuario... ¿Qué hacés vos con 500 pesos en cinco meses? Si además tenés que tener cosas sólidas. No te alcanza ni para viajar. Por un lado, uno agradece el apoyo de las instituciones, está bueno pedirlo, porque nos corresponde. Pero por otro, sigue siendo una ayuda chiquita, parece tomado a chiste, porque la estructura, yo no se cuanto gana un representante, que hacen su laburo y van todos los días, yo no digo que no trabajan, pero no creo que ganen menos de tres mil, cuatro mil pesos de sueldo que ganan por otorgar esto o el funcionamiento de esto... Y el actor que hace las obras no puede ganar más de cien pesos por mes... ¿no? Los ámbitos de salas independientes se mueven en una sala de 60 personas, de 70, son salas pequeñas. Tampoco puedes recuperar con la venta de entradas; pero tampoco hay un público para tener una sala de quinientas personas... A mí me preguntaban en una nota en España: ¿Cómo era hacer teatro en crisis? Igual que siempre, en Argentina, y creo que en el resto de Latinoamérica pasa así. No es una dificultad y no es un defecto potenciable. No, nosotros queremos hacer y hacemos. Por ahí no nos importa nada. Yo fui a dirgir a España y era muy complicado a los actores hacerles entender de ensayar si no había una paga. Era muy complicado hacer que se pongan la camiseta. Acá lo hacemos. Y yo con una bebita pequeña regresar a las tres y media o cuatro de la mañana, y todo el resto del elenco también. Vos tenés que sacrificar algo para poder hacer algo que a vos te gusta, está bien... pero, estaría bueno que en algún momento, ya que nosotros trabajamos de manera profesional, podamos acceder a alguna remuneración por eso.


N.S: Cuando diriges, ¿cómo estás? ¿Sentado, metes mucho el cuerpo?

L.C: Soy de meter mucho el cuerpo. Por ahí de donde estoy a la distancia. No me quedo mucho tiempo quieto. Corto, corto, corto, corto, corto... por ahí estamo una hora por un minuto de obra, o dos horas, más. Pero, también no ensayo muchas horas, tres horas, cuatro. “Psicosis” teníamos ensayos de tres horas, la obra la armamos en 34 ensayos. De esas tres horas hubo ensayos que duraron quince minutos. Era una frase que nosotros develábamos ahí, o creíamos develar, o nos comunicamos... hasta acá, ya está no, daba para más. Para mí cuando ya está, ya está. Yo me propongo algo en el ensayo, se logra, se fija, como se pasa el fluor por encima. “Bueno, trabajamos esto, ¿se entendió?” Por ahí estamos las cuatro horas y no llegamos y es frustrante, pero si nosotros a la hora y cuarto llegamos y logramos lo que me propuse nos vamos... No hay que estar buscando al cohete.


N.S: Hablando un poco de “Creo en Elvis”, ¿ lo primero que haces en un ensayo con un texto ya determinado?

L.C: Primero fue una lectura como para saber que es lo que pasa el material. Y después le propuse a cada uno de ellos que traigan el Elvis que se imaginaban, alguna canción que vean, alguna película, algun tema y empiecen a jugar con eso. Entonces tuvimos un tiempo de poner el cuerpo, de perder la vergüenza, el ridículo. Luego, trabajar formalmente la obra. La obra yo lo uso como un mapa de búsqueda de tesoro. Básicamente desde el juego. No me pongo en un lugar de diferente por ser director, estamos en el mismo equipo.


N.S: ¿Respetas las acotaciones del texto?
L.C: Sí. Generalmente sí Las leo. Después, yo creo que hay una nueva dramaturgia en el trabajo de los actores, empieza a pasar algo. Salvo como Miller, O’Neil...


N.S: Ibsen...

L.C: Ibsen de verdad parecieran un mapa de lo que hay que hacer, porque empieza a pedirte eso el material. La descripciçon es perfecta. La propuesta de Mariano es mucho más lúdica. Si bien empieza a hablar sobre la verdad, sobre los mitos... sobre...


N.S: La filosofía existencialista...

L.C: Exactamente. Está bueno que en un lugar de juego se ponga a hablar de esas cosas. La didascalias que él pone son muy acotadas en la obra. Habla de un ámbito, habla de los personajes y algunas acciones determinadas. Después esta el texto, porque el texto es reiterativio y es parte de la búsqueda de los personajes. Hay una dramaturgia de actor, de escena. El autor me dice: “yo no me había imaginado que esto hubiera sido así”. Le digo: “En el fondo está lo que vos nos diste”... y eso despierta otra cosa.

N.S:¿Cómo empezaste a hacer director?
L.C: Yo empecé a dirigir medio por accidente. Porque había alguien que lo tenía que hacer y yo era como el más responsable de alguna manera. El primer proyecto que desde cero fui el director, fue un proyecto que hice con un amigo, en donde teníamos una sala. Fue el primer teatro que yo abrí, que yo vivía ahí, en la cabina de luces.
N.S: Seguías la herencia familiar...

L.C: Sí, sí. Me mandé a vivir solo, alquilamos una casa, hicimos una sala. Ahí hicimos un espectáculo que se llamó “El doblete de Chejov” que era “El Oso” y “Pedida de mano” yo dirigí “Pedida de Mano” y a mí en “El Oso”... La verdad que me gustó. Me gustó mucho, no paré de dirigir. Desde los veinte años que no paro de dirigir. 25 puestas o algo así debí dirigí, entre semimontados... Me apasiona, a mí me apasiona mucho los ensayos. Y si el equipo está así como enamorado de la causa, puede ser una aventura buenísima; después hay como que remarlo, porque hay gente menos apasionada que uno, y uno tiene que entenderlo.

N.S: Un poco macabra la pregunta, pero cuántas obras que dirigiste no tuvieron el encuentro con el público?
L.C: No, no, todas se estrenaro. Todas se estrenaron.


N.S: Ah, que bueno...

L.C: Sí, sí... Con más éxito o con menos éxito. Igual estoy agradecido con el público que me empezaron a acompañar, eso es buenísimo.

N.S: Terminando la entrevista, revalorizas al teatro como algo íntimo, que está contigo, ¿cómo lo definirías la actuación? Es una pregunta algo difícil.
L.C: Es complicadísimo... con respecto a la actuación es mi medio de vida, es mi pasión, es lo se hacer y me preocupa cuando no lo hago. Estoy todo el tiempo de encarar nuevos proyectos. Como director me pasa lo mismo. Siento que hay un adicional, el saber que somos comunicadores; está bueno como reconocerlo; ahora, no soy de los actores que se ponen la bandera de decir: “¡¡Somos Comunicadores!!” Pero sí, que somos un fenómeo único, que el espectador esté concentrado en las pavadas o cosas profundas que nosotros decimos o hacemos, es facinante, es mágico; como lo dijiste vos. Entonces hay una responsabilidad ante eso, el actor tiene que ser responsable con eso. Un actor tiene que estar preparada. Hay gente que es muy dotada y eso es buenísimo y yo me saco el sombrero. Hay gente, no tan dotada, que se prepara mucho y es buena gente, también me saco el sombrero. Lo que no me gusta es la chantada... la mentira, la chantada; el tipo que no sabe nada, que ocupa espacio, que quita espacio; está bien, hacelo por divertimento, pero vos tienes que ser responsable que estás quitando espacio a otro que puede hacerlo con seriedad. Que esto es mi profesión, mi trabajo, esto es mi medio de vida y es mi pasión y la voy a cuidar... En eso sí soy un abanderado; no, por ahí en lo discursivo, obras que habla de ideas... Lo mágico del teatro es poder generar un momento de verdad, ese es el bonus track que tiene el espectador cuando va a ver teatro y no pasa en el cine, o con la música. El fenómeno que está sucediendo en vivo y es irrepetible, es único. Yo vi morir a Luciano Cáceres un día. Yo lo vi morir. Yo lo vi Llorar. Yo vi ser padre. Yo ví a Elvis. En una obra yo vi a Elvis. Esa es la magia... El cine tiene cosas facinante. Pero el teatro es actuación, es vivo.


N.S: Muchas gracias. Un placer haber hablado contigo.
L.C: No, por favor. Gracias a vos.


“Creo en Elvis” es una oferta de hilaridad y jocosidad. Ya desde la manera de recibir al espectador nos colocan en una puesta muy cálida y amena. Donde los elementos son increíblemente funcionales para las diferentes situaciones que también son iverosímiles.

“Creo en Elvis” propuesta divertida de Luciano Cáceres está los domingos a las 20:00 Horas, en un lugar mágico, Teatro El Grito, Costa Rica 5459. Reservas al 15-4989-2620, para mayor información www.creoenelvis.blogspot.com












MARÍA ISABEL BOSCH


TEATRISTA DE LA DIÁSPORA DOMINICANA RESIDENTE EN BUENOS AIRES

"Soy mujer fascinada con la experiencia reciente de convertirme en madre. Soy muy feliz."



Luego de presentar con éxito CONTANDO A MI ABUELO, María Isabel Bosch vuelve a adaptar un cuento del gran escritor y ex presidente dominicano JUAN BOSCH, considerado uno de los precursores del realismo mágico. LA MUJER nos habla del círculo vicioso en el que hoy se encuentran millones de mujeres que sufren la violencia doméstica.



N.S: Por el momento, a parte del trabajo de su abuelo, Juan Bosch ¿qué libro, película, revista y música le encantó o le llama la atención?, ¿por qué?

M.I.B:

Libro: “El infierno prometido” de Elsa Drucaroff, Me gustó mucho la historia. El tráfico de mujeres polacas para la explotación sexual hacia la ciudad de Buenos Aires. Esta novela, me atrapó, me encantó cómo está escrita, la descripción de las situaciones, de los personajes.

Revista: “AdeTeatro”. Es una revista de los directores de Escena de España, aquí la he conseguido y me gusta, porque aparte de enterarme de toda la actualidad escénica de Europa, vienen muchos escritos sobre distintos rubros del mundo del teatro.

Película: “El rey de las máscaras” Trata un artista ambulante, en China. El talento de este artista consiste en trasmutar su rostro una y mil veces, cambiándose unas máscaras con asombrosa velocidad. ¿Cómo lo hace? Ahí está su magia, su misterio, su saber. Las máscaras son tan bellas como las performances,. Pero Wang, el artista, está preocupado. Ya es anciano, su hijo único murió veinte años atrás y no tiene sucesores a la vista. Su saber es familiar, tradicional, no puede ni quiere transmitírselo a cualquiera. Y teme que se extinga con él. La solución es adoptar un niño. Pero en la China de los años '30 los varones adoptables no abundaban. Consecuencia del machismo milenario –y de las guerras y el sistema laboral–, nadie entregaba un hijo fácilmente. El propio Wang, que no es ajeno a ese machismo, busca un varón. Y creerá encontrarlo en Gou Wa, una niña de ocho años que le es vendida por su padre en plena calle. Me gustó la película, porque el ambiente está muy bien logrado. La habilidad del realizador Tiang-Ming Wu para retratar las callejuelas de Sichuan se parece a la de tantos directores iraníes para delinear las suyas propias. Lo que se ve es real y, al mismo tiempo, exótico. Algo parecido ocurre con los personajes, con lo que la compraventa de niños, que está expuesta como la cosa más natural del mundo, se impone de manera inquietante.

Música: En estos días ando fascinada con Ryuichi Sakamoto y su álbum 1996. Me encanta una pieza que se llama “Bibo no aozora”. Me gusta porque me trasporta a rincones del alma en donde me habitan unas sensaciones que todavía tengo que descifrar.



N.S: ¿Cómo llegó a la escena? Es decir, ¿cómo llegó a hacer teatro?

M.I.B: Cuando tenía ocho o nueve años vi por primera vez una obra de teatro, creo que era el Don Juan Tenorio, no estoy segura. Era una función para adultos y entramos con mi abuela a verla… Quedé fascinada… me di cuenta que yo quería ser la que contara historias de esa forma… al poco tiempo entré a estudiar teatro y nunca dejé de hacerlo.


N.S: ¿Su estética de trabajo cómo la define?

M.I.B: Con mi grupo, Tibai Teatro, venimos trabajando hace unos años. Hasta ahora estoy en una búsqueda centrada en el trabajo del actor.

Él es el centro, por eso con el grupo no trabajamos, por el momento, ni con escenografía, ni un espacio definido, ni mucho vestuario. Lo que queremos es que uno pueda llegar a cualquier espacio y adaptarnos a las condiciones y posibilidades y poder hacer la función porque en realidad el hecho teatral se produce gracias a la relación que ese intérprete establece con ese público.


N.S: ¿La selección del material cómo llega a definirlo? ¿Cómo decide que material puede trabajar escénicamente más que otros?

M.I.B: Porque hay una necesidad de compartir eso. Porque muchas veces son cosas que me corroen por dentro y tengo que compartirlas. Y es el teatro la forma que encontré para conocerme y tratar de ser mejor persona.


N.S: ¿Qué o cuales son los primeros impulsos o pulsiones para comenzar un nuevo proceso de trabajo?

M.I.B: Cuando siento esa necesidad de compartir eso que me conmueve me inquieta.



N.S: ¿el proceso o forma de hacer los ensayos, cómo los lleva y los encara?

M.I.B: El período de ensayos es muy importante y fascinante y a la vez angustiante, porque todo son dudas… Aunque lo disfrutamos mucho… que hermosa paradoja.

Solemos tener ensayos de cuatro horas como mínimo, regulares, por la mañana.


N.S: ¿Cómo fue la transposición de "lenguajes" o códigos de una obra literal a escena?

M.I.B: Estamos descubriendo esta forma de trabajar. Resulta fascinante crear una dramaturgia del actor a partir de textos literarios. Sí, es cierto que primero hago una selección de cuáles palabras vamos a usar, qué queda, qué sale, pero realmente el trabajo dramatúrgico y de montaje se va dando simultáneamente a partir de cada ensayo.



N.S: ¿Por dónde realiza la exploración de su trabajo?

M.I.B: No hay nada definido… Pero sí es cierto que hasta ahora estamos muy agarrados al texto, a la historia, a lo que queremos contar.

Esto no quiere decir que no hagamos improvisaciones (ésas son fundamentales, herramientas para descubrir al personaje, a la misma historia, a lo que queremos expresar con el cuerpo).

Pero a Tibai Teatro le preocupa mucho lo que tiene para decir con cada montaje.


N.S: ¿Los impulsos, la gesta de las imágenes, la poética escénica, cómo la va construyendo?

M.I.B: La música es fundamental. Hay veces que tengo una pieza y todavía no sé para qué la voy a usar y justo coincide con el material que hemos elegido. Otras veces tenemos el material, y escucho algo y entonces comparto con mis compañeros, “¡¡¡uy, ésa es la música para nuestra historia!!! " Y coincidimos. La construcción de la poética en general se va dando “chin a chin” (como se dice en mi tierra poquito a poco) en cada ensayo.



N.S: ¿Un ensayo en particular?

M.I.B: Ese ensayo, en los que me siento bastante gris antes de empezar, y cuesta tener la disciplina para encararlo… ¡Qué maravilla cuando se termina ese ensayo y salgo radiante como un sol!… Esos ensayos que nos transforman y que nos vuelven los ojos como los de un niño, llenos de luz.


N.S: ¿Qué o cómo define la relación y el vínculo con su Abuelo?

M.I.B: Mi abuelo me llamaba su nieta artista. Desde pequeña estuvo pendiente de mis escritos, de mis representaciones en obras infantiles. Solíamos encontrarnos mucho en actividades culturales a las que me llevaba mi madre: conciertos, exposiciones, tertulias, y no importaba quien fuera la persona con la que él estuviese hablando, ya que en el momento que me veía, pedía permiso para abrazarme y besarme con la calidez de un abuelo querendón.


N.S: ¿Tiene alguna anécdota famliar para contarnos?


M.I.B:Podría contarte centenares, sin embargo, pienso mucho en una anécdota de su último tiempo, una anécdota tonta que muchos catalogarían de locura y que sin embargo a mí me reconfirmó la amplitud de conciencia de este insigne hombre llamado Juan Bosch y que la vida me dio el honor de ser la nieta. Era el año 2000, yo había ido a Dominicana con el pelo color fucsia y media ciudad de Santo Domingo, por no decir entera, estaba peleada con el color de mi pelo. Yo había tenido que teñirlo así por un personaje que me tocaba interpretar en aquel tiempo. Todos me cuestionaban el tono escandaloso de mi cabellera y me hacían la misma pregunta: ¿por qué no usaba una peluca?... en fin, que cansada de que me gritasen barbaridades: en la calle, amigos, familiares, etc., una tarde voy a ver al abuelo y le llevo unas flores. Hacía rato que hablábamos con Diego, mi esposo que ese día me acompañaba, sobre los colores de las flores, la vida… hasta que vino la pregunta de abuelo: ¡¡¡Pero bueno!!! ¡¡¡¿Y ese pelo de ese color?!!! Y yo cansada de que éste era el tema central de todas mis últimas conversaciones le contesto agobiada con otra pregunta: ¿Qué pasa abuelo, no te gusta? Y el rápidamente me sorprende diciendo: “¡¡No , mi amor, todo lo contrario, eso es una cosa hermosa. Es más, todo el mundo debería tener el pelo de ese color!!” Ya te imaginarás que después de esa tarde con mi abuelo, cada vez que alguien se fijó en mi pelo… me sentí liberada.

Otra anécdota que solía contarme él, era que su primer cuento, (justo el que hemos usado para el espectáculo que tenemos en cartel) lo escribió cuando se disponía a escribir una carta un querido amigo. Tomó su papel, colocó el encabezado, las palabras “querido Mario, dos puntos…” Y todo el contenido de esa supuesta carta fue ese cuento ejemplar de la literatura dominicana intitulado: “La Mujer”.


Para conocer y re-encontrarse con su trabajo y los escritos de Juan Bosch está "La Mujer", los domingos a las 19:00, en Teatro Silencio de Negras, Calle, Luis Sáenz Peña 663. Reservas al 4381-1445