Corren los años
treinta. Buenos Aires padece tempranamente los albores de una década lacerante
para los valores democráticos. El autoritarismo de las élites gobernantes se
disfraza de nacionalismo aunque, de todos modos, los paseos por Europa y los
tratos económicos viles con potencias foráneas desmientan su naturaleza
supuestamente patriota. La pobreza inunda las calles, pero todo se empapa del
perfume de lo banal: las nuevas modas, la nueva música, definen a su vez un
nuevo tipo de hambre. Las utopías resisten los bastonazos al compás del
fox-trot que inunda los salones en donde se apiñan las muchachas para escuchar
al galán de turno. El romance melodramático, la aventura desbordada es el nuevo
invento de la modernidad y llega a través de su mejor difusor: la radio. La
radio está en su apogeo y en torno a ella crecen en la capital porteña los
grupos de artistas trashumantes que recorren el país llevando los éxitos
probados antes por el eco de los transistores.
Sin embargo, esta es
la historia de una compañía en franca decadencia. Robledo, inmerso en el fervor
nacionalista del drama gauchesco, ya desplazado por la novela sentimental,
insiste en emitir el único guión que ha conseguido, y que pareciera una franca
parodia del género. Inhiesta, militante de un radicalismo golpeado, pugna por
volcarse a la literatura rusa mientras se debate entre la miseria de la
compañía y el dolor de la época. Olinda, la diva disfónica de la troupe prepara su escape junto a Teresa,
la otra actriz, hacia el bando de la competencia. Todo se torna simulacro: una
opa que canta por la diva maltrecha, una troupe
que conspira contra el cabeza de grupo, el encargado de la radio acosando
ostensiblemente a la estrella, y un radioteatro supuestamente folklórico dentro
de un teatro que narra el peor de los folklores políticos. El conflicto,
entonces, gira en torno al escape y a la traición. El voltaje se acentúa cuando
choca contra los accidentes del amateurismo artístico local: los problemas
técnicos, las intrigas criollas, la cocó,
los bofetones.
“Después Del Aire” escrito por Mariano Saba y Andrés
Binetti, quien es el director de la segunda parte de la trilogía denominada
“América Amateur”. Esta puesta en escena busca manifestar la miseria como eje
organizador de la historia, donde sus protagonistas, la mayoría de ellos están
constantemente a punto de “salir” de esa situación.
“Después Del Aire” tiene un excelente trabajo actoral,
donde lo vocal parece ser el primer plano de la puesta en escena, pero como siempre, Andrés Binetti junto
a ese elenco de lujo construyen personajes increíbles, quienes siempre están en
esa línea de lo grotesco y de lo real, quienes constantemente cambian la
energía, creando así, climas crueles para los personajes pero muy gracioso para
el espectador.
Hermosa presencia con una increíble voz de Malala
González; dos caras de una misma moneda, dos presencias absolutamente
vertiginosa, “camaleónica” por parte de Roberto Romano e Pablo Sciolini;
personajes coquetos, seductores, de presencia caóticas en Julieta Alfonso, Teresa
Murias e Ignacio Bartolone.
“Después Del Aire” conjuga las imágenes, el juego
escénico con un relato –que también sucede en la primera obra- como una
metáfora de la situación actual. Es la exposición de un fantasma que toca de
alguna manera a todos.
Para disfrutar de “Después Del Aire” debe ir
el viernes a las 21:00 horas, en el Teatro Del Pueblo, av. Roque Sáenz Peña
943, reservas al 4326-
3606.
Ficha Artístico
Técnica
Elenco: Julieta Alfonso, Ignacio Bartolone, Malala González,
Teresa Murias, Roberto Romano y Pablo Sciolini
Diseño y realización de escenografía: Andrés Binetti y Pablo Sciolini
Diseño de iluminación: Andrés Binetti
Diseño de sonido: Guillermina Etkin
Música original de Mentíme y Cautiva: Martín González
Letras de canciones: Andrés Binetti y Mariano Saba
Asesoramiento de vestuario: Julia Camejo
Diseño gráfico: Andrés Kyle
Prensa: Simkin&Franco
Dramaturgia: Andrés Binetti y Mariano Saba
Asistente de dirección: Sabrina Gilardenghi
Dirección: Andrés Binetti