" Un hombre compra un cuchillo. La capacidad de concentración disminuida, la inteligencia nublada, incoherente.
No sabe si el asesinato de su esposa fue real. No sabe si ya estaba muerta. No sabe como llegó. No sabe si fue él."
Socavón de misterios, socavón de miedos, de
incertidumbres y desasosiegos. Viendo la pieza tenemos la sensación de ingresar
a un socavón oscuro, al socavón del pensamiento de un hombre lleno de
incertidumbres respecto a su propio accionar, más aun cuando en sus manos
empuña un cuchillo…
Este hombre se encuentra turbado por la incertidumbre,
no tiene certeza respecto a su accionar, a su pasado inmediato, todo en él es
duda. Lo único que logra vislumbrar, entre la maraña de pensamientos que lo
pueblan, es la certeza de que él ha comprado un cuchillo, que quizás él ha
utilizado este cuchillo, que sus manos lo empuñaron con fuerza para hundirse en
el cuerpo de alguien, que al parecer ese alguien puede ser su esposa. Las
imágenes van y vienen en un bamboleo de pistas difusas.
Sus pensamientos son
acompañados por lo que parece es su alter ego quien, al igual que él, se vuelca
a la tarea de armar este puzle que lo ata a su pasado inmediato. Sin embargo,
por momentos, pareciera ser que este “otro” tuviera mucho más claridad respecto
a lo sucedido y se divirtiera confundiendo al hombre con pistas inexactas,
dándole un paseo por este socavón de miedos, en los cuales también hay tiempo
para la burla del otro y de si mismo.
Como espectadores hacemos también el intento de armar
el rompe cabezas, al mismo tiempo que sentimos miedo de llegar un día a estar
enfrentados a nuestro propio y oscuro lado B, aquella potencialidad maligna que
todos tenemos escondida en algún socavón de nuestro ser y que puede despertarse
un día sin que tengamos control alguno; tal vez con la aparición de un cuchillo
o de cualquier otro elemento banal y cotidiano, nunca sabemos donde se abre el
socavón.
El texto no está exento de poesía, de juegos sonoros
propuestos por la propia palabra y de imágenes que nos interpelan y nos empujan
a no abandonar una posición activa como espectador y eso se agradece.
Destaca la actuación de Franco Marasco, quien
vitaliza la escena al dibujar con versatilidad los rasgos de su personaje, de
ese “otro” que atormente y acompaña, el cómplice silente.
Socavón está los viernes a las 23:00 en El Fino Espacio Escénico, calle Paraná 673, 1° piso, CABA. Reservas a socavon2012@gmail.com